No me gusta venir al cementerio. Quizá porque prefiero recordarte siempre vivo, y en este lugar la bofetada de realidad es demasiado grande. Pero cada vez que vengo a Infantes, sí me apetece, al menos un día, pasar y derramar un par de lagrimas a tu lado, contarte alguna novedad, hablarte de los pequeños, y encender una vela para ponerla siempre en la izquierda y arriba. Cosas nuestras, ya sabes.
La vida es maravillosa, pero a veces… A veces te da unas sacudidas demasiado grandes. Supongo que tendrá que ser así. Supongo que habrá que resignarse. Pero duele, hay momentos que duele mucho. Aún así, me hago el fuerte y me quedo con el placer de haberte conocido, y el privilegio de ser tu hermano.
Te dejo una rosa, de esas modernas que duran mucho, y que es mejor dejarlas en su caja, para protegerlas. Es blanca porque no tenían negras… La próxima será de ese color…
Te echo de menos, brother… Un abrazo enorme, y dale otro al Patillas, que seguro que está con vos…