La Luz (o pequeño homenaje a mi Patillas)

Era un domingo temprano cualquiera, de aquellos en los que nos comíamos el mundo cada sábado por la noche. Éramos grandes, y lo sabíamos.

Después de tomarnos la Castellana sin hielo de rigor, nos sentamos en un banco, a tomar el fresquito mañananero y a esperar que se nos pasase un poco la mona.

El sol se reflejaba con todo su explendor en un edificio de ladrillo. Quizá fue el alcohol, o quizá el buen rollo que teníamos, pero nos pareció un espectáculo maravilloso. Nos recordaba aquella vez en el Naranjo de Bulnes, con todo el sol golpeando una de sus caras al atardecer…

Flipamos. Flipamos con la luz. Flipamos con los colores. Con el contraste del azul del cielo raso con el naranja brillante del edificio. Es alucinante poder compartir una cosa tan sencilla con alguien. Nos abrazamos, nos emocionamos, y disfrutamos del momento.

Entonces tu me dijiste que llorarías un montón si yo me muriera. Yo te dije que lloraría aun más si te murieras tu. Nos volvimos a abrazar, lloramos juntos, y luego nos reímos porque cualquiera que nos viera pensaría que eramos un par de gays emocionados. Pero eramos tan fuertes que nos daba igual lo que pudieran pensar…

Desde entonces, cada vez que veo la luz reflejarse en un edificio, me paro un rato a disfrutar del momento. Como hoy. Cuando entro temprano a trabajar, hay una luz emocionante que empapa el edificio de enfrente. El cielo estaba tan raso como aquel día, era inevitable recordar…

Por cierto, tienes que saber que yo cumplí mi parte. No te puedes imaginar lo que lloré tu marcha, my friend… Tanto, que de vez en sigo un poquito, como cuando recuerdo momentos como aquel.