Cuatro años sin Alfredo

Los gritos de la gente no me dejaban descansar. Quería cerrar los ojos y no pensar, olvidarme de todo un poco, y dormir lo que pudiera, porque la noche prometía ser larga. Se suponía que había muchos goles, y supongo que se habría llegado a la prórroga, porque se alargaba todo más de la cuenta. Pero en ese momento, me daba absolutamente lo mismo. Los médicos no nos habían dado esperanzas, y era prácticamente esperar a que sucediera.

Quise utilizar un viejo truco, escuchar la radio para dormir. Descubrí que había sido una final histórica. Yo tenía que haber estado gritando y disfrutando, pero no fue así. No vi nada de aquel partido. De hecho, en ese momento me importaba una mierda todo aquello. Fue entonces cuando rompí a llorar. No era en absoluto necesario que pasara esto para darme cuenta de las cosas importantes de la vida. Hacía justo seis semanas que había pasado por algo parecido. No necesitaba más lecciones.

Salí de la cama, comí un poco, y me puse a dormitar en el sofá, mientras la tele mostraba toda la alegría de yo debía estar sintiendo en ese momento. Serían las dos de la madrugada, quizá más tarde, cuando me llamaron mis padres. Teníamos que ir urgentemente al hospital.

Lo que vino después lo recuerdo como un sueño. Es una sensación extraña, fue una eternidad que pasó en un suspiro. Primero la noticia más triste de todas, subir a la UCI, hablar con la funeraria, los momentos en el tanatorio, las llamadas para terminar las gestiones, el calor de la gente, el entierro en Infantes… Demasiados recuerdos, demasiadas emociones para resumir en unas líneas.

A la semana siguiente, Ana, Nicolás y yo paseabamos con Chemary y Raquel. De repente, un tipo con un perro se cruzó con nosotros. Dios, como me sonaba esa cara… Volví atrás y lo paré para preguntarle:

– Disculpa, ¿trabajas en una funeraria?
– Sí, ¿por qué?
– El sábado pasado, ¿estuviste preparando a un chico joven, aquí en Leganés?
– Si, por la noche…
– Era mi hermano. Solo quería darte las gracias. Estaba guapísimo. Es un momento muy doloroso, pero hiciste que la última vez que lo viera mi madre se llevara un buen recuerdo… Gracias. Gracias de corazón por habernos hecho ese momento un poquito más llevadero…
– Por la clase de oficio que tengo, nadie me había felicitado por mi trabajo. Me alegro mucho que os gustara lo que hice. Muchas gracias a ti por tus palabras…

Nunca más he vuelto a ver a esa persona. Pero le estaré agradecido eternamente. Yo sigo sin admirar a los ídolos de barro. Pero siempre que puedo, felicito a la gente por su trabajo…

Obviamente, es la única foto que no he hecho en este mismo día. No había mejor homenaje para saltarse la regla. Pero si la acabo de volver a revelar. Y si que es una foto que le hice yo… Te hecho de menos hermano, tengo tantas cosas que contarte…