Desde el 11 de marzo han estado mis pequeños encerrados en casa. Más de mes y medio sin salir a la calle. Demasiado tiempo. Demasiado para disfrutar de una hora de libertad.
Los he notado raros… Un poco torpes al correr, un poco cortados, y no tan alegres como me esperaba, aunque han disfrutado el rato que hemos salido fuera, como no podía ser de otra manera 🙂
Por supuesto, la parada obligada era ver a los abuelos… Ellos desde la ventana, nosotros abajo, en la calle. El sentimiento ha sido agridulce. Un poco surrealista no poder abrazarlos, pero mejor eso que verlos por vídeo llamada. Mucho mejor al natural.
No hay blog suficiente para expresar bien todo lo que siento en estos momentos, todas las dudas, toda la pena y toda la rabia… Sentimientos extraños y encontrados, pero que me dice el corazón que la mejor manera de canalizarlos ahora mismo es con calma… Así que respiremos hondo, y relajemos mente y cuerpo, y disfrutemos de todo lo que haya que disfrutar. Aprovechemos lo bueno, y aprendamos de lo malo. Pero siempre, con una sonrisa por bandera…