Esta entrada daría para un texto bastante largo, reflexionando sobre la Nochebuena de 2020. Hemos cumplido las normas, más por miedo que por deber, y hemos decidido no cenar con mis padres, para intentar protegerles… El hecho de tener que cenar con las ventas abiertas, comer en mesas separadas y estar con mascarilla desvirtuaba una reunión en la que los peques y sus alegrías son los protagonistas.
Así que hemos cenado los cinco en familia. Todavía no se si ha servido para algo, pero sin duda ha sido una nochebuena distinta. Nosotros solos, sin nadie más, sin grandes celebraciones… Pero hemos cenado todos juntos, hemos jugado, hemos reído, nos hemos metido en la cama para hacernos los dormidos, hemos añorado a los que están y no podemos verlos, y por supuesto a los que ya no están con nosotros.
Pero sin duda, me quedo con las ganas de jugar de los cachorros, con sus caras de alegría, y su ilusión ante la inminente llegada de Papa Noel. Ellos son lo mejor. De la Nochebuena, y de la vida…
