El ritual del viernes era procesión y luego aperitivo. Todo el mundo se enfundaba sus mejores galas, vestidos, trajes y corbatas incluidos, y si el tiempo acompañaba invadíamos las terrazas y bebíamos cerveza como si el pueblo entero celebrase una gran boda…
Hoy por suerte logramos hacernos fuertes en unas mesas, en un rincón en un bar. Pedimos un par de cajas de botellines, celebramos el cumpleaños de Aleja, y estuvimos hasta la tarde… No fue como antaño porque había más críos que adultos (cambié algún pañal con un botellín en la mano) , pero fue entrañable sin duda…
Mi foto del día, para los botellines. Hacía tiempo de una botijada así. Dudaba si poner la caja, o los cadáveres… En el interior del blog se pueden ver los dos 🙂