Llegamos a New York un sábado por la noche. Del aeropuerto directamente al alojamiento, en un minibús, donde salimos un rato a cenar por los alrededores. El domingo por la mañana, excursión a Harlem con misa gospel incluida. Después de eso, nos metimos al metro dirección Times Square…
Nunca olvidaremos la sensación de salir a la calle, y encontrarnos con unos rascacielos enormes, iluminados por un alegre sol, el bullicio de la gente, los colores, los sonidos… Nos sentimos como unos lugareños en la gran manzana. Realmente, es lo que éramos. Ese contraste de Harlem a Times Square fue brutal. Y nos enseñó que ese viaje iba a estar cargado de esos contrastes tan maravillosos que tiene esa gran ciudad…