Hoy ha sido el cumpleaños de una compañera de Nicolás del cole. Y les ha regalado a cada niño una peonza. Pero no una peonza de esas de plasticuzo modernas, que son una auténtica basura, sino una de esas de madera, hecha de verdad.
Se me han abierto a mí más los ojos que a Nicolás. Por la tarde hemos salido a dar un paseo con los pequeños, y a practicar con la peonza… Madre del amor hermoso, ¿dónde se ha quedado mi niñez? No es que fuera muy ducho yo en juegos callejeros, pero al menos sabía bailarla… Me ha costado Dios y ayuda, pero al final lo conseguimos… Así que me tiré al suelo e intenté inmortalizar el momento, con la peonza bailando. Por si acaso, ya tenía otra foto preparada, con la peonza quieta 🙂
Los más curiosos que miren el blog y comparen, porque si estéticamente me gusta más la que no he puesto en portada, bien es cierto que tenía más sentido sacar a la peonza bailando…